Leyendo una entrevista a la periodista Clara Ospina me enteré cuáles eran sus libros preferidos; de todos, escogí uno y lo compré –sin duda alguna una muy buena decisión– en esta entrada deseo compartir un pasaje de la novela –que corresponde a la historia de Iván un aspirante a escritor– que pienso, nos puede ayudar mucho en la manera de conducirnos en nuestra vida diaria.
El texto es el siguiente: ..." alejado de cualquier pretensión de reconocimiento o trascendencia personal, saludablemente apartado de los circuitos del miedo y la sospecha, fui elemental y realmente la persona que más se parecía a la que siempre hubiera querido ser, a la que, aún ahora, más me ha gustado ser.
Aunque todavía no había comenzado a acompañar a Ana a la iglesia, Dany Frank y los otros pocos amigos que veía, me decían que yo parecía estar trabajando para mi candidatura a la beatificación y para mi incorpóreo ascenso a los cielos. Lo cierto era que leyendo y escribiendo cómo se había pervertido la mayor utopía que alguna vez los hombres tuvieron alcance de sus manos, zambulléndome en las catacumbas de una historia que más parecía un castigo divino que obra de hombres borrachos de poder, ansias de control y pretensiones de trascendencia histórica, había aprendido que la verdadera grandeza humana está en la práctica de la bondad sin condiciones, en la capacidad de dar a los que nada tienen, pero no lo que nos sobra, sino una parte de lo poco que tenemos. Dar hasta que duela, y no hacer política ni pretender preeminencias con ese acto, y mucho menos practicar la engañosa filosofía de obligar a los demás a que acepten nuestros conceptos del bien y de la verdad porque (creemos) son los únicos posibles y porque, además, deben estarnos agradecidos por lo que les dimos, aun cuando ellos no lo pidieran.Y aunque sabía mi cosmogonía resultaba del todo impracticable (¿y qué carajo hacemos con la economía, el dinero, la propiedad, para que todo esto funcione?, ¿y qué coño con los espíritus predestinados y los hijos de puta de nacimiento?), me satisfacía pensar que tal vez algún día el ser humano podía cultivar esta filosofía,que me parecía tan elemental, sin sufrir los dolores de un parto ni los traumas de la obligatoriedad: por pura y libre elección, por necesidad ética de ser solidarios y democráticos .Pajas mentales mías..."
Leonardo PaduraEL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS
Segunda parte
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